viernes, 2 de enero de 2009

Cafetería tabú

Los temas de las charlas de café son siempre los mismos. Por un lado, los clásicos cotilleos y anécdotas cotidianas. Por el otro, comentarios sobre la sociedad, política, ética y religión.
Quienes me conocen, saben que detesto tratar esos últimos. Aunque al oírlo por primera vez, suelen mirarme extrañados: esta clase de discusión forma un porcentaje muy alto de la relación social en el día a día. Algunos incluso preguntan. “¿Por qué?”
Respondo que “no sé, me pone nervioso”.
La mayor parte lo acepta como una pequeña excentricidad. Pero hay algunos que no están dispuestos a permitirme desechar este pilar de la interacción diaria sin un argumento. Se ponen profundos y sentencian. “Pues esta clase de conversación ayuda a saber cómo son realmente tus amigos”.
¿Me interesa saber que mi interlocutor aprueba la pena de muerte? ¿Que su postura sobre el aborto es contraria a la mía? ¿Que cree que mi partido político es un órgano del mismísimo Satán?

¿Si ya somos amigos, por qué echarlo a perder?

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