martes, 6 de enero de 2009

Llamadas sin opción

Mi amigo tecnófilo adora los teléfonos móviles, pero lleva unos días sin poder usar el suyo, y ha tenido que recurrir a las cabinas de teléfono. No le gusta. “Llamar cuesta cincuenta y cinco céntimos, pero vas metiendo monedas y al final, como no acepta las de cinco, tienes que echarle de más. Y si entonces no haces la llamada, cuando devuelve las monedas, la portezuela se atasca”. Todo eso, si la cabina funciona, que no suele ser el caso. “¿Cómo permite Telefónica que sus cabinas estén en este estado?” dice, ya harto.
Pero, claro, mi amigo usa cabinas si no tiene otra opción. Como todos. Se encuentra muerto de sed, telefónicamente hablando, en medio del desierto. Y, de pronto, un oasis. Agua embarrada, donde se mezclan los orines y la saliva de los camellos de las caravanas. ¿Pero va a negarse a beber ese explorador extraviado? ¡Claro que no! ¡Tragará agua repulsiva como si se tratase de néctar celestial!
¿Qué necesidad tiene Telefónica de limpiar los orines de camello de sus cabinas?

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